Parecía que España había perdido el fútbol, las ideas, el rumbo. Parecía también que Suecia, herida en su orgullo porque por primera vez no estará en unos Juegos, era demasiado para la selección, desnortada ante la presión y el fútbol físico y de transiciones del rival. Pero estas jugadoras no entienden lo que significa bajar la cabeza ni la voz, capaces de silenciar a quien se le ponga por delante. Anoche, en una Rosaleda repleta —récord de espectadores (15.896) en un duelo de la selección, superados los 14.194 que en septiembre llenaron el Nuevo Arcángel de Córdoba—, gran parte del mérito fue de Aitana, que salió al tapete y ordenó el juego, recuperó el toque perdido. Y volteó un duelo que parecía perdido. Lo parecía.
5
Misa, Olga Carmona, Ona Batlle, Ivana Andrés, Laia Aleixandri, Maite Oroz, Teresa Abelleira, Jenni Hermoso, Mariona Caldentey, Athenea del Castillo y Salma Paralluelo
3
Jennifer Falk, Linda Sembrant, Magdalena Eriksson, Hanna Lundkvist, Amanda Ilestedt, Filippa Angeldahl, Julia Olme, Kosovare Asllani, Amanda Nildén, Stina Blackstenius y Johanna Rytting Kaneryd
Goles 0-1 min. 1: Julia Olme. 1-1 min. 10: Salma Paralluelo. 1-2 min. 13: Kosovare Asllani. 1-3 min. 29: Stina Blackstenius. 2-3 min. 50: Athenea del Castillo. 3-3 min. 77: Mariona Caldentey. 4-3 min. 80: Fiamma Benítez. 5-3 min. 88: Mariona Caldentey.
Árbitro Kateryna Monzul
Tarjetas amarillas Kosovare Asllani (min. 42) y Magdalena Eriksson (min. 72)
Después del último guirigay de la selección, cuando Aitana advirtió de que no estaba lista para jugar la segunda parte ante Italia, y de que desde el cuerpo técnico no reaccionara a tiempo, al punto de que el equipo encajó un gol al jugar con una menos, y se quebró para perder su primer duelo en la Liga de las Naciones, Tomé optó ante Suecia por no darle la titularidad a Aitana, la reciente Balón de Oro. Si bien es cierto que ha pasado por un proceso febril y que España no se jugaba nada en La Rosaleda, no contar de inicio con ella ni con Paredes resultó chirriante. Seis jugadoras del Madrid coparon la alineación y no funcionó.
Suecia no era un rival baladí, la número uno del ránking, también la oponente a la que nunca se había batido hasta las semifinales del pasado Mundial. Éxito que se repitió al abrir boca en esta Liga de las Naciones, cuando España estaba de lo más zarrapastrosa, pues las jugadoras apenas habían dormido entre negociaciones y desvelos, ocupadas en exigir sus derechos después de que el expresidente Luis Rubiales hubiera besado sin consentimiento a Jenni Hermoso en los festejos de la Copa del Mundo. Enredo morrocotudo que se presuponía definitivo. Pero cuesta que La Roja transite por la lógica que desde fuera se le atribuye al mejor equipo del globo. Y Suecia se la negó desde el primer minuto. Le bastó un saque de esquina porque no hay equipo que ponga mejor el lazo a esas jugadas; Asllani pone los centros con crema e Ilstened los remacha. En esta ocasión, sin embargo, Zigotti se tiró en plancha y embocó el esférico, lo que descascarilló a España en tan solo 38 segundos.
No se apocó La Roja, con callo ante las adversidades. Salma fue la primera en avisar con un centro-chut que no cogió puerta; Olga la siguió con una de sus incursiones con un disparo que solo la cruceta se atrevió a desmentir; y después se juntaron: un centro de Olga lo cabeceó Salma a la red.
Aunque el empate no conllevó sosiego porque Suecia, siempre física y de fútbol de arrebato, con una presión asfixiante, resolvía que en vez de pases cortos y ataques largos lo suyo son ataques cortos y pases largos para expresarse en las segundas jugadas. En una de esas, Blackstenius se puso el sombrero de copa al recibir de espaldas al borde del área y filtrar un pase interior para Asllani, que desgajó a Misa con una picadita. Cabezas gachas y barbecho para la duda, para entender si de verdad se rompió algo con Italia, quizá esa inercia ganadora forjada entre penurias. No era así.
Ocurre que sin Aitana ni Alexia —lesionada— no hay paraíso; más que nada porque ante Suecia las líneas estaban separadas, el balón no tenía un único dueño ni corría a la velocidad que habitúa, y Tere Abelleira no podía con todo el trabajo de construcción. Así lo descubrió cuando trató sin éxito jugar un balón desde la raíz. Mal pase (y buena presión de Asllani) y bola recuperada por un rival que enlazó con Blackstenius, que con media oportunidad te hace una. Otro gol, otra bofetada y, casi una más que Misa evitó con una manopla colosal a disparo lejano de, claro, Blackstenius.
España transitaba en la indefinición, pues su fútbol era más individual que coral. Mariona y Jenni, que sí chutaron sin éxito, no se subrayaban entre las líneas porque Suecia cerró los pasillos interiores para regalar los exteriores. Faltaba juego de dentro para fuera, profundidad de las laterales. Y eso corrigió Tomé en el segundo acto porque Athenea pronto prolongó su idilio con el gol, cinco tantos en el torneo. Alcanzó con un pase de Jenni para la carrera de Olga; un centro que Athenea definió. Ese era el camino, ese que alumbró Aitana al ponerse las botas. El fútbol entonces cogió color y forma, con Aitana en la sala de máquinas, con las líneas estrechas y de la mano, con el fútbol cocinado por dentro y exprimido por fuera, con remates de Salma, Athenea y hasta Aitana, después con goles de Mariona y Fiamma. Ahora toca descansar porque las semifinales están a la vuelta de la esquina —el sorteo es el 11 de este mes y se jugará entre el 21 y 28 de febrero—, también darle a la pausa y encontrar la paz. Y si es con Aitana en el campo, mejor.
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